Por forma y número, podemos iniciar el camino que nos lleve a disfrutar del ejercicio de la pesca en igualdad de condiciones, sin discriminación de cebos naturales o artificiales 1397124194

Parece que vamos enderezando el camino hacia algunas disposiciones o normas que puedan influir en los resultados de una pesca que no esquilme el ambiente fluvial y que al mismo tiempo respete las esencias de los procedimientos ancestrales de pesca no masivos. Llevamos algunos años -muy pocos- en los que la prohibición de la red ha sido incluida entre las normas más acertadas, después de la prohibición de la venta de las truchas, que se consiguió a lo largo de una ininterrumpida campaña de muchos años de duración, a la que algunos también hemos contribuido. No obstante, ocurre con las barcas utilizadas para esta clase de pesca lo mismo que con la prohibición de la venta de las truchas: que lo mismo que no desaparecen todos los furtivos que las venden, también algunas de las barcas utilizadas para pescar a red todavía se encontraban estos años en los rincones mas escondidos de conocidas mangas de río, simulando estar abandonadas. Poco a poco se logrará hacer desaparecer, por lo menos en teoría, todos los procedimientos que esquilmen los ríos, aunque para ello haya que incluir la pesca eléctrica, prohibiendo su uso total, también para sistemas estadísticos. En todos estos procedimientos hay restos de picaresca difíciles de eliminar.

La prohibición de ejercitar la pesca con plomada de arrastre tiene su origen en los aparejos de ninfa, a los que se les colocaba en su extremo una plomada grande dentro de un tubo de plástico que al lanzarlo producía un ruidoso golpe en el agua. Esto, unido a que solía ser un sistema bastante efectivo con sus cinco anzuelos, o más, determinó su exclusión. También aquí hizo acto de presencia la picaresca, utilizando como plomada las boyas de tamaño grande, cambiando su contenido de agua por sal, atadas a la terminación de un aparejo de ninfas o moscas ahogadas. En el retén de Selgas sabían cómo hacerlo para pescar truchas grandes, cuando había muchas. También entre los aficionados a la ninfa existe una discriminación, puesto que sí se permite con la cola de rata, plomeando el cuerpo. La ambigüedad hace que se interprete la pesca con cebo al corrido con un solo anzuelo, como plomada de arrastre, siendo un procedimiento completamente normal porque, puestos a considerar sistemas, también puede decirse lo mismo de la pesca con flotador, plomo y un anzuelo, ya que este plomo en muchas ocasiones también arrastra por el suelo.

Pesca sin muerte

Otro paso importante se ha dado con la pesca sin muerte, si bien este procedimiento tiene algunos fallos importantes, como la dificultad de control sobre pescadores desaprensivos a ciertas horas, en especial las del sereno, cuando la oscuridad favorece el furtivismo, aunque este sea de pescadores de caña, sin muerte. Todos sabemos que los acotados dedicados exclusivamente a esta modalidad tienen que ser inyectados cada poco tiempo, pues las truchas desaparecen sin dejar rastro. Probablemente sería más efectivo autorizar una trucha trofeo en todos ellos, lo que satisfaría el egoísmo innato. Otro fallo lo constituye la prolongación del cierre de la veda hasta octubre en los ríos controlados. Sería mas lógico autorizarla sólo en dos o tres semicotos concretos y bien vigilados y, desde luego, fijar la hora final de jornada dos horas antes de la puesta del sol para todos los lugares destinados a pesca sin muerte.

Con el asunto que hoy queremos tratar, que son los anzuelos, por su forma y por su número, podemos iniciar un nuevo camino que nos lleve a disfrutar del ejercicio de la pesca en igualdad de condiciones para todos los practicantes, sin discriminación de cebos naturales o artificiales, salvo los reconocidos como perjudiciales, como el asticot y las huevas. No sería descabellado proponer la eliminación del gancho de muerte en todos los anzuelos que se empleen para la pesca de truchas, ya sea en tramos libres o acotados del tipo que sean -mortales o inmortales-, con las especificaciones necesarias para cada cebo, según su mayor peligrosidad. Para ello sería necesario que estos anzuelos estuvieran fabricados expresamente completamente lisos, sin necesidad de tener que eliminar el gancho de muerte con unos alicates, como se viene haciendo.

El número de anzuelos autorizados tendría que ser de uno en cada aparejo de pesca, en todos los procedimientos o estilos, eliminando de esta forma la discriminación favorable que tienen algunos, como la mosca ahogada con cinco o mas anzuelos, la cucharilla con tres o el cebo con dos. A igualdad de anzuelos, igualdad de oportunidades.

El primer paso ya se ha dado al considerar que los anzuelos para la pesca con lombriz de tierra han de tener un tamaño acorde con la forma en que las truchas comen este cebo, que suelen tragar hasta la garganta o más si el anzuelo es pequeño. Cuando éste es grande tienen mas dificultad para tragarlo, sobre todo las truchas de tamaños pequeños. La norma me parece acertada, pero incompleta: deberían ser anzuelos lisos.

En cuanto a los anzuelos que deberán tener las cucharillas, tendría que ser uno, igual que en el resto de cebos, pero siempre liso. En conclusión, si ahora que se han empezado a tener en consideración los tipos de anzuelos para cierta clase de pesca, nos decidimos a avanzar en esta línea y se institucionaliza el uso de un solo anzuelo en todos los aparejos de pesca, sean del tipo que sean, y que estos anzuelos tengan la peculiaridad de ser fabricados completamente lisos, sin gancho de muerte, habremos logrado que las truchas tengan la oportunidad de desasirse de ellos con mas facilidad y que se nos escapen mas de la mitad, lo que equivaldría a que todos los pescadores practicaríamos la pesca semimuerte. Si también se evitan los serenos peligrosos y se concreta en dos o tres escenarios sin muerte a partir de Agosto, habremos conseguido dar un paso de gigante en favor de la pervivencia de nuestras queridas pintonas.

Sólo quedaría por conseguir que la Confederación Hidrográfica del Duero (en nuestro caso) hiciese bien su trabajo ayudando a quitar la contaminación de nuestros ríos, aunque tuviera que acudir a los fondos europeos para cofinanciar con los ayuntamientos e industrias todas las depuradoras necesarias. Y si se nos diera por añadidura una obligatoria colaboración entre Confederación e Icona, creando un ambiente (medio, no) adecuado para la conservación de las especies, limpiando tanto el agua como los prejuicios burocráticos que frenan este proceso, podríamos presumir de tener unos administradores merecedores de elogio.